Homenaje a El Sabalero

Tristeza

“No te vayas alegría, no me dejes

vida mía, que esa vieja puta y fría

nos tumba sin avisar”

“El Sabalero” nació en Juan Lacaze el 8 de diciembre de 1943. Entonces todavía no era “El Sabalero”, y se llamaba José María Carbajal Pruzzo.

Para conocer su infancia, su pueblo, su gente, hay que escuchar sus discos. Cantor que encontró en la evocación de los rincones de su infancia el mejor modo de hablar de los rincones de su pueblo, escribió en sus canciones su mejor auto-biografía.

Dejó el liceo en primer año para trabajar de obrero en las fábricas textiles. Completó los estudios en un liceo nocturno libre, organizado por él y otros trabajadores.

En 1967 emigró a Montevideo, y comenzó así su carrera artística, y su devenir cantor popular comprometido con la causa de los trabajadores. Ese año editó para el sello Orfeo su primer fonograma, un disco consistente en cuatro chamarritas. Dos años más tarde, en 1969, grabó su primer larga duración: «Canto popular», un disco que contó con muy buena compañía: un prólogo de Idea Vilariño, y el apoyo instrumental de Yamandú Palacios y Roberto Cabrera. De este disco son algunas de sus canciones emblemáticas como «Chiquillada», «La sencillita» y «A mi gente», que lo transformaron desde el inicio en un elegido entre los cantores que el pueblo hace suyos.

Entre 1970 y 1973 vivió en Buenos Aires, y posteriormente la dictadura uruguaya lo obligó a emigrar, pasando por países como México, Francia y España. En España es expulsado por el franquismo y entonces se establece definitivamente en Holanda, donde se radicó en modo más o menos total y parcial, y donde reside parte de su familia.

Su profusa discografía se compone por propuestas de solista con guitarra, presentaciones con bandas, una suerte de “disco homenaje” (Cuentamusas, una emotiva mezcla de canciones, narraciones, y ediciones de músicas de los homenajeados); y propuestas como “La casa encantada” donde va alternando canciones con poemas, narraciones, y elementos teatrales.

En sus canciones El Sabalero le canta a las cosas del pueblo, a los trabajadores, a las pequeñas y simples cosas de la vida. Cantó contra las injusticias del mundo, contra la impunidad, contra los poderosos, los militares, la iglesia, la doble moral burguesa. Le cantó a su pueblo, a su gente, y en el exilio y el infortunio, luchó contra la tristeza enfrentándola cara a cara, combatiéndola, bebiéndola sorbo a sorbo en el alcohol y la bohemia. Sus canciones están llenas de alusiones a esta lucha, este sufrido vaivén: “soy feliz si puedo hacerte sonreír, compañero de dolor” (“Borracho pero con flores), “no hay llanto que no se seque, ni sonrisa que no muera” (“Laguna azul”).

Como el Darno diría “para que te hicieron hondo, vaso dime para qué”

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Hace un par de años, en un recital en el Parque Harriague de Salto, la gente le pedía a gritos “Pantalón cortito!, Pantalón cortito!”. Entonces, entre divertido y resignado, El Sabalero protestó: “Me mato buscándole nombre a las canciones y después la gente las bautiza como quiere!”. Y contó que a “Chiqullada” todo el mundo le llama “Pantalón cortito”, que a “A mi gente” la gente la ha transformado en “Sentados al cordón de la vereda”, y a “La sencillita” en “Villa Pancha”. Seguramente sabía El Sabalero que, esta suerte de falta de respeto hacia los nombres era en realidad una señal de la apropiación popular de sus canciones.

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Los cantores populares son de algún modo como amigos. Ligamos sus canciones a momentos de nuestras vidas al punto que un recuerdo del pasado queda para siempre asociado a una canción, un poema, un cantor. Bastan los primeros acordes de una guitarra, la sola insinuación de una melodía querida, para ser transportados a un momento de nuestra vida y entonces, sin que podamos evitarlo, nos invaden imágenes, sensaciones, sentimientos. A veces esto sucede de repente: en el medio de nuestras labores una canción intrusa viene y lo trastoca todo, y nos conmueve.

“Conmover” proviene del latín movere (mover, trasladar). Hay canciones que nos trasladan a sitios y lugares, y nos reencuentran con otros seres, entre los cuales está aquel que fuimos, y el reencuentro nos ayuda a revisar lo que somos, lo que queremos ser.

Construimos con los cantores populares una relación de cercanía, de intimidad, de cierta complicidad. Hay canciones que alimentaron sueños, que pusieron en palabras aquello que queríamos decir, o que nos despertaron. Hay canciones que nos desesperaron, nos apaciguaron, o nos alimentaron.

A veces, sedientos, acudimos a ellas en busca de nuevos sentidos, como si fueran libros que contienen todas las respuestas. Otras veces, golpeados por alguna peripecia de la vida, volvemos a las canciones queridas como si fueran refugios donde encontrar un poco de paz para el alma.

Gracias Sabalero, salud.

Arquero Peligro

21 de octubre de 2010